lunes, 26 de marzo de 2012

Por capricho del destino

Una avería en su flamante Studebaker color cereza, obliga a Alfredo Traps, representante general de una firma de textiles, a aceptar la hospitalidad de un anciano caballero que vive solo con su ama de llaves, en una casa perdida en mitad de la nada”. Así empieza ‘La Avería’, la adaptación de la obra de Friedrich Dürrenmatt dirigida e interpretada por Blanca Portillo y que en marzo ha llegado al Teatro Lope de Vega de Sevilla para sumergir al público en una historia tan siniestra como divertida, pero cuanto menos interesante, que invita a la reflexión sobre los conceptos de Ley y Justicia, así como al análisis de la naturaleza en la conducta y los actos que mueven al ser humano.


Un instante de la obra 'La Avería'. Foto: Teatro Lope de Vega

            Una excelente escenografía que recrea la magia de un universo literario y filosófico sobre un texto teatral actual e irónico. Un joven accidentado, José Luis García, que deja su coche en la cuneta para chocarse con los personajes interpretados por unos envejecidos Daniel Grao y Fernando Soto. Pronto hacen su aparición Asier Etxeandia y José Luis Torrijo, también caracterizados como ancianos, que, junto a sus compañeros de reparto, transmiten una gran vitalidad al revivir el ejercicio de sus profesiones judiciales. Todos ellos entregados al éxtasis en el paladar provocado por una misteriosa y metafísica ama de llaves, Blanca Portillo, oculta bajo las arrugas de Mademoiselle Simone. Un magistral duelo de interpretaciones que, si bien el papel de la actriz no llega a deslumbrar, hacen invisible cualquier descuido gracias a la soberbia transformación de Etxeandia. Entre refranes populares y mensajes ácidos y críticos, se crea un juego de diálogos que gira en torno a la ambición, la identidad y el triunfo en la sociedad, valores que discurren por unas vidas dejadas a la suerte, al destino, al bien y al mal, en definitiva, a la pérdida de los valores humanos.
            Quizás con una duración excesiva, la adaptación de ‘La Avería’ resulta un conjunto muy atrayente que consigue arrancar risas con algunas breves situaciones cómicas, pero, por encima de esos instantes livianos, atrapa la atención del espectador con momentos realmente inquietantes, con puntuales golpes sonoros y, sobre todo, personajes que nos invitan a viajar a las entrañas y los perversos deseos del hombre. Una apuesta segura para los amantes del la escena, que pueden encontrar en la gira de esta adaptación de la obra de Dürrenmatt más de dos horas de teatro…, teatro del bueno.

De izquierda a derecha, los actores Fernando Soto, José Luis Torrijo, Daniel Grao y Asier Etxeandia. Foto: Teatro Lope de Vega

            Menos sorprendente resulta la película ‘Manolete’, rodada en 2007 y caída en manos precisamente por casualidad del destino, ya que no llegó a estrenarse en España por problemas de la productora. No es el caso de otros países, como Francia, que sí lograron proyectar el filme. Eso sí, con críticas demoledoras. Y es que la cinta despertó un enorme interés, no sólo por llevar al cine la vida del afamado torero, sino por el enorme parecido logrado con el actor elegido para su encarnación, Adrien Brody. Pero, más allá de conocer la vida del matador, la película ahonda en su relación fatal con la que fue el gran amor de su vida y una de las obsesiones que le llevó a la muerte, Lupe Sino, interpretada por Penélope Cruz, sin llegar a transmitir en su totalidad la relevancia de un personaje histórico. Por ello, al final te queda la pregunta de quién fue realmente Manolete, un torero más o toda una figura del mundo del toro, independientemente de la simpatía del espectador hacia la fiesta nacional.

Cartel de la película 'Manolete'.
  
            Con algunas secuencias inconexas, muchas veces innecesarias y aparentemente incrustadas a la fuerza en el guión, salva el metraje una buena fotografía y una estética taurina realmente notable especialmente en los planos rodados en la plaza de toros. Todo lo contrario que las escenas protagonizadas por una absurda multitud que persigue al diestro por las calles expresándole fanáticos vítores. También hay que destacar el trabajo en el vestuario, así como las interpretaciones de Brody y una hermosa Cruz, que desgraciadamente decaen por esa falta de concordancia en el guión. No tan acertados están los personajes de Juan Echanove y Santiago Segura. El primero, correcto; el segundo, prácticamente no aporta nada. El resultado, una historia de amor y pasión que de deja ver sin pretensiones y condenada a la muerte, tanto en la vida real como en su adaptación y distribución cinematográfica.

martes, 20 de marzo de 2012

El secuestro (relatos breves II)

Silvia recuperó la conciencia a oscuras tras un período de ausencia en el mundo real. Sus ojos estaban ocultos tras un trapo anudado con fuerza en la cabeza. Sus manos y sus pies estaban sujetas con cuerdas, que parecían estar amarradas a lo que ella percibía como una cama. Podía imaginar su imagen crucificada sobre un colchón demasiado blando y viejo, lo que dedujo por el contacto de su piel con la tela y el malestar que le producían los prominentes muelles en su cuerpo. Dentro del caos de su mente, de la búsqueda racional de la situación, se dio cuenta de que estaba desnuda. Una corriente de aire helado recorría el lugar donde se encontraba, erizando el vello de su joven piel de 21 años. Lo último que recordaba era su salida de la Facultad de Derecho. Había terminado sus clases al anochecer, este año tenía el horario nocturno, y tras despedirse de sus compañeras de clase se dirigía a la parada de autobús para regresar a su casa. Ahora se encontraba en un sitio desconocido, frío, desnuda y atada a una cama. De repente escuchó una puerta que se abría y los pasos de alguien que entraba en la habitación. “¿Quién eres?, ¿dónde estoy?, ¿qué está ocurriendo?........, ¿qué quieres de mí?”, repetía Silvia perturbada mientas sus muñecas y tobillos sufrían cada vez más el daño provocado por sus desesperados movimientos y los intentos de liberarse. Su inquietud no obtuvo respuesta y sólo notaba el intenso aliento que compartía con la otra persona que se encontraba en la sala. Su corazón se precipitó aún más al notar cómo un objeto punzante alcanzaba lentamente su pecho. El miedo paralizó cualquier intento de gritar, de hablar, sólo podía expresar su pánico con una corriente de lágrimas que comenzaba a deslizarse por su rostro; sólo podía reaccionar inmóvil a la ceguera del terror. El tacto de unas manos ajenas se posó sobre su pubis con despreciables caricias que poco a poco fueron alcanzando su vagina hasta iniciar un abuso en su interior cada vez más acelerado. La presión en el pecho, el dolor y la falta de respiración invadieron el impoluto cuerpo de Silvia hasta sumirla de nuevo en la penumbra, esta vez precipitada y tenebrosa, absorta en la inconsciencia, en el silencio inocente de su muerte.